Desde que Joe Biden confirmó, en abril pasado, el retiro total de las tropas estadounidenses en Afganistán, el Talibán (un ala paramilitar radical del islamismo suní que procura el restablecimiento del Emirato Islámico en ese país) ha avanzado imparable en la captura de sus ciudades más importantes.
Como es usual en los conflictos armados, la población civil ha sido la más afectada agravando su situación en un momento en que la crisis sanitaria del COVID-19 también colapsa sus sistemas de salud.

En este contexto, las mujeres han sido las que se han visto marginadas en este proceso. Para el Dr. José Armas Barrantes, docente de la Escuela de Psicología de la UCV, con la reinstauración Talibán en el poder -y la imposición de su radicalizada interpretación de la ley islámica- las mujeres corren el inminente riesgo de retroceder en el poco, pero significativo avance que alcanzaron desde la invasión de la OTAN y de Estados Unidos en el 2001.

“Bajo el régimen del fundamentalismo talibán una mujer que sale de su casa sin la compañía de un varón o sin cubrir completamente su rostro con el burka se expone a ser apaleada en público”, precisó el especialista.

La cultura de la prohibición para las mujeres. A la lista de “prohibiciones” que tiene el talibán para las mujeres, se suma el desempeño laboral; es decir están prohibidas de trabajar y estudiar. Además, no pueden asistir a hospitales, ocupar el asiento de acompañante en un taxi, transportarse en bicicleta, utilizar baños públicos, descubrir sus tobillos o su rostro, practicar cualquier deporte o participar del arte en cualquiera de sus manifestaciones, entre muchas otras privaciones más. Todo esto bajo la amenaza de castigos y ejecuciones públicas.

“Todas estas condiciones, han ido de alguna forma “acostumbrando” a las mujeres de medio oriente a un tipo de vida de sometimiento. Sin embargo, gracias a la globalización y al acceso a la información; las mujeres que antes eran sometidas, aun contra su voluntad, encontraron espacios para ejercer sus derechos en una sociedad donde no eran consideradas”, sostuvo el especialista.

Las condiciones políticas y socioculturales de las mujeres afganas han empeorado con el avance de los talibanes. Las mujeres temen que la vuelta del fundamentalismo al poder signifique el fin de las pocas libertades alcanzadas.

“Sin duda la sociedad civil se encuentra gravemente amenazada. Debemos contribuir a mantener la libertad de la mujer pues es un importante agente de desarrollo socio económico de su región. Se debe considerar que, en una sociedad dominada por los hombres y dónde predomina la violencia machista y costumbres arcaicas; la mayoría de las mujeres afganas sufre trastornos psicológicos como el estrés postraumático del que no se habla en los medios”, finalizó Armas Barrantes.

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